[blockquote]Pintar lo que recuerda el espíritu.[/blockquote]
Fui varias veces a su atelier, en tardes primaverales, para entrevistar a este pintor que sé hace tiempo vive en La Barra, o muy cerca del lugar de su estudio. El día me depararía sorpresas. Pensé que iba a entrevistar a un hiperrealista y al entrar y encontrar sus obras en el atelier, vi que no tenían que ver con esa corriente artística.
Daniel Cardoso nació en Montevideo. Estudió pintura en una academia de Bellas Artes de los padres conventuales. Luego fueron Aldo y Sergio Curto sus maestros. Viajó a Europa, vivió en Paris y estudió en España con el pintor Vicente Romero.
“ La necesidad me llevó a buscar en el arte una forma de vivir”, me confiesa.
Pintó retratos, en pastel, desde los 38 años. “Estuve diez años haciendo retratos, trabajaba en España y en las temporadas me venía a Punta del Este […] Esto me limitó, un poco, porque me obligó a pintar lo que veo, a no usar la imaginación, pero eso me dio una gran seguridad.“
Cuando regresa a Uruguay, se instala ya en La Barra, junto a otro pintor. Miro su obra y pienso que hay mucha creatividad, los tonos pasteles que la dominan tienen el encanto del lugar donde estamos.
PROYECCION
Las ventanas pintadas en sus cuadros, que tanto me sorprendieron; un trabajo con un patio con ropa tendida, dan a entender que la imaginación juega un rol, quizá inconsciente pero sumamente importante. La espátula y el óleo son allí una conjunción estupenda para su creación. Cuando le pregunto, ¿por qué ventanas? Me cuenta su vivencia: “Un día que salía del British, en el patio, sentí que me observaban, sin embargo yo sólo vi ventanas. […] Esas ventanas, la ropa tendida de una a otra, son imágenes que quedaron grabadas y ahí están.”
La espátula le da la posibilidad de jugar con el tiempo, aparece en sus obras ese paso que envejece y da hermosura a la realidad. Son obras de alto valor artístico. Muestran un paisaje entre el ocre y el azul, especial, diferente, casi irreal. Se puede sentir el viento invernal que sacude las ropas tendidas, las persianas que se mueven, se escucha la vida de la gente que atrás de las aberturas fisgonean la vida. Por otro lugar del atelier, están los desnudos. Cuerpos de mujeres que apenas se insinúan entre velos y telas. O el simple cuerpo hermoso de una mujer sin ropas, abrazándose, en una postura muy común y protectora. Acá no emplea la espátula, sino el pincel y el óleo con gran maestría. No hay huellas de pinceladas, los cuadros se cubren con una fina capa de óleo sobre la tela, dejando una tonalidad que parece el reflejo en un cristal. La serie de bailarinas de ballet impresionan por su sencillez y su realismo. Tienen el lirismo de lo que representan en el escenario y la belleza del desprendimiento del suelo con el que los hombres y mujeres soñamos. El claroscuro de algunos de sus personajes es muy difícil de lograr. Sólo quien tiene larga experiencia y vocación lo obtiene con esa precisión y maestría. Miro las olas pintadas y pienso en este océano que nos entusiasma siempre. Los tonos del agua, el reflejo del sol o de la luna. Los misterios de los barcos que surcan los canales. Todo se encuentra en las obras de Daniel Cardoso. Es que el mar atrae, sin duda. Pero poder trasladar esa atracción en tonalidades es un difícil arte. Las escenas de mar de esta costa atlántica, vienen en recuerdos desde Punta del Diablo, pescadores y sus redes, sus artes de vida. Sus barcas, los atardeceres y la arena.
Imagino a Cardoso mirando horas este mar que tenemos, los destellos con que la luz se manifiesta entre el ir y venir del agua son un juego, un poema, o la musicalidad del agua que atrapa. Este tema es infinitamente rico y nunca repetido si se lo trabaja desde adentro. “Ahora pinto las olas, porque me dan la posibilidad de la abstracción.”
TRASCENDENCIA
En años pasados se presentó a un concurso sobre un retrato de Zelmar Michelini, de acuerdo a un llamado de la Cámara de Representantes y lo ganó. Expuso en Europa, y en Nueva York. ( Estados Unidos de Norteamérica). Ha obtenido premios como el del Banco República, del Ministerio de Turismo, en la Bienal de Salto… Existen obras suyas en Argentina, Brasil, Estados Unidos, Francia, España, Uruguay.
Lo encontramos en La Barra, sobre la Ruta 10, viviendo de su arte y descubriendo cada día un nuevo motivo para crear.