[blockquote] La madurez de una artista.[/blockquote]
Finalizado el Segundo Salón de Artes Plásticas de la Junta Departamental de Maldonado, donde la joven María José Barcos salió seleccionada entre ochenta y cinco pintores/as, Dina Vicente accede a que yo converse con ella acerca de lo que hace.
Nació en San Carlos y salvo algunos años, ha estado siempre vinculada a Maldonado.
“Mis primeros recuerdos de cuando comencé con el color — dice Dina— se remontan a cuando solía visitar a mi tía Blanca Vicente, que pintaba.” “Con ella aprendí a usar mis primeros pinceles. A los catorce años obtuve un premio y una beca, con un dibujo de la Torre del Vigía.” “Desde ese momento estudié dibujo y pintura con Edgardo Ribeiro en Maldonado. Las clases se daban en el Paz y Unión. Allí me encontraba con Cacho Tejera y Pola Bonilla.”
«Retrato»
Luego irá a Montevideo al Taller del maestro italiano Enzo Kabregú. Del año 1975 a 1984 se radica en San Pablo. Allí estudia, expone y obtiene premios. Su profesor es Juan Blanc. “Yo tomaba dos ómnibus para llegar al Taller, era una proeza. Pero recibí en una exposición que realicé una Medalla de Plata en el 2º. Salón Valle do Paraiba. (San Pablo).
En 1985, al regresar a Montevideo, conoce a Clever Lara. A partir de ese tiempo, permanece 10 años en el Taller. Dina resalta no sólo lo que aprendió sino el ambiente del taller de Clever, que la hacía sentir bien. Estudió Historia del Arte.
“Durante años pinté naturalezas muertas. […] pero sentía la inquietud de ir a otros lugares, es necesario — resalta— tener muchas visiones. Así que hice grabado.” En 1991 ingresa al Taller de Guillermo Fernández. “Ahí es donde se me abre el mundo, un lenguaje plástico tan sencillo y difícil a la vez, que podemos enseñar y aprender.” “Creábamos con total libertad, sin imponernos un estilo, y el profesor nos mostraba muchos caminos posibles.”
«Retrato»
PROYECCION
Con Virginia Jones decidimos instalarnos y dar clases. “El pintar es un trabajo muy solitario, por eso es importante compartir lo que sabes”.“Trabajamos con modelo vivo, entre las muchas experiencias que hacemos.”
Toda su preparación, su vida dedicada a la pintura, su búsqueda infatigable llegan a la hora actual de sus retratos. Estos rostros representan la esencia interior del sujeto desde el punto de vista de la artista. Dina no usa fotografías, sus retratos son representativos de estados de ánimo. Incluso el color que es único en cada uno.
“Buscando resolver lo óptimo usé el cuadrado; las medidas de 80 x 80 cm. son ideales. Rostros que no son una persona en particular, salvo el de mi madre y el de mi abuela. Crear sus retratos me llevó un tiempo considerable, ya que no las tenía para que posaran.”
TRASCENDENCIA
En los retratos de Dina, los ojos son el lugar al que se mira (si no los esconde ex—profeso) para la información más completa. Y las cejas pueden registrar: maravilla, pena, miedo, dolor, concentración, nostalgia, desagrado y esperanza en multiplicidad de variaciones y combinaciones. Así vemos sus retratos de perfil, medio vueltos, o de frente; recibiendo la luz de diversas direcciones y quedando en sombra partes diferentes. Es difícil que una artista se dedique al retrato. Las raíces de esta arista expresiva se encuentran en los tiempos prehistóricos, en el arte de antiguas civilizaciones, especialmente de Egipto. También en China en el 1000 a. C., se pintaban personajes destacados. Están los retratos de Fayum, (Egipto) son de la era romana que han sobrevivido hasta nuestros días. Fueron pintados sobre tabla o marfil.
En los retratos de Dina Vicente hay un alto nivel de gracia, de juego con la luz y la sombra. “Uso acrílico, óleo en barra y con un trapo doy la luz que cada rostro necesita.”
Ha expuesto en Brasil y Uruguay. Vendido sus obras a muchos viajeros y coleccionistas. La encontramos en el Taller de La Barra, en plena Ruta 10, donde da clases y pinta. Allí seguirá buscando nuevos caminos, nuevos temas con el entusiasmo que la caracteriza.
«Petrona Viera»