[blockquote]Un creador excepcional.[/blockquote]
Es el Uruguay un país de pequeña extensión geográfica, pero enorme en cuanto pensamos en sus creadores, en sus creadoras. El encanto cultural que ofrece a la Humanidad nos llena de orgullo. Si tratamos el tema de las artes plásticas, veo lo notable que ha sido. Hablaré de alguien a quien apenas conocí, pero sé de su creatividad que no puedo dejar de tener en cuenta y valorar. Como no está su presencia física entre nosotros, busqué en su familia y en sus amigos.
Con Lacy Duarte: “Aldo nació en Salto, en 1933, hijo de un obrero gráfico. El día que su madre falleció tenía 11 años. Salió de su casa y se refugió en “la Quiroga” donde se desarrollaba una conferencia. Quedó allí, en un rincón sin decir a nadie lo que le pasaba.” “Su casa, en realidad, fue el Taller Figari.” Empezó a dibujar en la Escuela Irán. A esa edad trabajó con José Cúneo, que fue a Salto en busca de paisajes. Aldo lo seguía y observaba lo que el artista hacía. Más tarde, comienza con el maestro José Cziffery. Este hombre fue a Salto a dar unas charlas, enviado por Herrera Mac Lean, quien integraba la Comisión Nacional de Bellas Artes en Montevideo. Los pocos días que Cziffery pensaba estar en la ciudad del norte, se convirtieron en su vida. Su tumba se encuentra allí. “Peralta dibujaba, pintaba guiado por el maestro, compartía sus días en la Asociación Horacio Quiroga”.
Esta organización socio-cultural fue creada, entre otros, por Enrique Amorim. Fue un centro cultural único en el interior del país, sin dependencias de Montevideo. El escritor Amorim reunía allí y en su casa de Las Nubes a poetas, narradores, pintores, toda la intelectualidad del momento. Estuvieron: por supuesto que Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Adolfo Bioy Casares, Victoria Ocampo, Ángel Rama, Marta Traba, Rafael Alberti, Xul Solar, Cándido Portinari, y aseguran que allí también sostuvo estas tertulias, Federico García Lorca.
PROYECCION
Con la vocación profunda que tenía, más las enseñanzas del maestro húngaro, a pesar de sus pocos años, a los 14, ganó un Primer premio en el Salón de San José, donde exponían también Luis Solari y Fernando Cabezudo, entre otros. Dice Lacy: “ Aunque sólo tenía 6° año de escuela, el hecho de estar en permanente contacto con los intelectuales que llegaban a lo de Amorim y de tener una memoria privilegiada, le permitió adquirir una cultura holística. También se debe a que leía mucho.”
TRAYECTORIA
Cuando tenía 18 años, Aldo fue a Europa, por una beca que le da Amorim. Fue a Paris donde se encuentra con Amalia Nieto y Miguel Ángel Pareja.En España establece contacto con Dumas Oroño. Los dos iban al Museo El Prado, en Madrid, a hacer copias de los grandes artistas que allí se exhiben. En su bohemio transcurrir por la vida, se enamora de una gitana de un circo. El recorrido que este circo hizo fue su senda por un tiempo. De pueblo en pueblo aprendió de la vida lo que hasta entonces no había vivido.
Después de un tiempo en Salto, regresará a Europa a seguir estudiando. Cuando se establece de nuevo en Salto, ya era el profesor del Taller junto a Czifery. Es el momento en que Lacy, con sus 15 años, entra a estudiar. Aldo siguió presentándose al Salón de San José y a otros, y obtuvo premios. Dos veces en el Salón Nacional, otro en el de la Cámara de Senadores (sus obras están en el Palacio Legislativo). Aldo además de gran artista, bohemio y políticamente comprometido, era un ser muy sociable. Y así como en Salto había participado de reuniones importantes, en su hogar, hizo lo mismo. En Aiguá, lugar donde se establecieron por unos años, organizaba eventos socio-culturales. El primero fue una exposición que le envió a María Luisa Torrens, como Directora del Museo de Arte Contemporáneo de El País. En San Carlos, lugar donde se radicaron casi definitivamente, organiza una muestra de Linda Kohen. Tenía la habilidad de hacer participar a la gente, de contactarla con los artistas. “Aldo Peralta tiene unos dibujos de una impronta extraordinaria, —me comenta su esposa.— Retratos con los que logró premios. Sus óleos y acuarelas eran de un hiperrealismo muy refinado.” Soñaba con hacer pintura social. Sus obras están hechas en papel de panadería, en cartones, en maderas y algunas en tela. Tuvo una época de cubismo, otra muy realista-figurativa, después vendrá la abstracción. Preparaba él mismo los colores. Algunas de sus obras se perdieron por que en la búsqueda de tonos, sus mezclas no dieron resultado de perdurabilidad. “El lugar donde Aldo se sintió más cómodo en su vida, fue en San Carlos. Fue feliz cuando comenzó a dar clases en el Liceo de esa ciudad, puesto ganado por concurso. La docencia y transmitir lo que sabía, lo hacía sentir importante y que estaba haciendo algo trascendente en su vida.” Cuando la dictadura los expulsó de sus clases se sintió perdido. Una gran depresión le llegó a lo más íntimo. Dio clases en Brasil, lugar donde buscaron vivir tranquilos. Cuando regresaron, el taller del Museo de Arte Americano de Maldonado, fue su lugar de enseñar y aprender.
TRASCENDENCIA
En Puerto Rico, fue invitado a exponer, llevado por Enrique Gómez, allí muestra sus trabajos junto a Picasso, Hartung, Tapies, Matta, Appel, Capogroso y muchos otros. Toda su obra está llena de sensual vitalidad. Tiene mucho, hasta físicamente, en eso de ser algo irónico y campechano, semejante a Diego Rivera. Dentro de su creación hay series que mucho tienen que ver con el realismo socialista, “Estroncio 90” por ejemplo, donde representa personajes castigados por la injusticia o víctimas de la guerra de Vietnam. La serie “Beatas” (1969) son retratos que hacen pensar en Bacon. En la abstracción, con sus carbonillas, aparecen remolinos formales y furiosos rayados, ritmos vigorosos que muestran parte de su dolor.
Encontramos obras de Peralta en el Museo Histórico de Salto, en el de San José, en la Casa de Lavalleja (Minas), y en el exterior, en Argentina, Estados Unidos, Italia y Francia. Aldo Peralta falleció a los 48 años. Demasiado joven, demasiado injusto.
Palabras de un amigo: “La mediación de un amigo común, todos relacionados al ámbito de la cultura y de la docencia, con el pretexto de un asado, me permitió conocer a Aldo Peralta y su familia allá cuando despuntaba la década de los sesenta del reciente siglo pasado. El encuentro veraniego en La Barra de Maldonado marcó un vínculo que se profundizó hasta nuestra despedida al promediar la década siguiente. No sabía que dicha despedida sería la última, esta vez por intermediación de la dictadura cívico-militar, la geografía y la muerte. Lo recuerdo como amigo entrañable, sencillo y directo, de buen humor, bohemio y generoso. Al separarnos me regaló, rompiendo su serie, un Cristo pugnando por recoger una llave. Ese Cristo me acompañó al país de residencia durante el exilio. Hoy pienso, aún siendo ateos, el obsequiante y el obsequiado, que aquella llave que me permitió abrir un lugar en el mundo también sirvió para consolidar una amistad que llegaría más allá de la propia existencia vital.”