[blockquote]Un exquisito del paisaje.[/blockquote]
Un hombre, un artista nacido en este suelo, que se ha empinado en la vida hacia la belleza y la búsqueda de nuevas sendas tan hermosas como las que pinta. Este pintor joven y entusiasta que entrevistamos, siente las formas, líneas y colores del paisaje de manera que acentúa, de acuerdo a sus sentimientos, a su estado de ánimo, lo que está diseñando. Es un creador lleno de luz y color. Cuestión que uno descubre al hablar con él. Sale de su propio espíritu la paleta que llenará su tela.
INICIOS
Ha logrado en las estructuras de una ciudad europea, de una aldea, de una casa de campo, de un puente, plasmar lo necesario para que la obra atraiga y lo estético para unirse al espectador y vibrar con el ritmo de ese paisaje.
Sus obras tienen música: si uno caminara por los senderos pintados, oiría el lento rumor de la caída de las hojas del otoño; o si cerca de las barcas que mece el agua, puede llevarnos a caminar con el ritmo que ellas nos marcan. Un bosque, o cualquier grupo de árboles, pueden aparecer en la orilla de un arroyo, como en la falda de un cerro, nos transmiten la frescura de su follaje tan verde, con pinceladas que marcan el movimiento que la brisa arrancaría de ellos. Son paisajes cercanos, en todo el mundo existen, el secreto de su atracción está en la luz que Amaral sabe distribuir tan bien en toda su obra. Desde niño vio a su padre frente al atril, paleta en mano haciendo maravillas, hoy nos deslumbra con la madurez que presentan sus obras.
“Pinto siempre, desde niño; un día Edgardo Ribeiro […] apareció por casa, vio un cuadro que yo había pintado y preguntó: —¿de quién es esto? […] A partir de ese momento viajé a Montevideo a participar del Taller de Ribeiro. Fui un año. […] Después cuando él se instaló en Maldonado, yo le llevaba mis obras, recibía su comentario, su consejo…”
Fernando Amaral en el 2006 viajó a Europa. Año fundamental para su formación.
PROYECCION
Además del pintor que es, quizá “se atreva” a esculpir el mármol, la piedra… en el futuro, buscando siempre nuevos caminos de expresión, de creación, de belleza. Juntar objetos que nos den la esencia del hogar, es tarea de unos pocos. Juntar pescados, con manzanas, naranjas, puerros, botellas, sólo un gran artista puede lograr escapar del mero ejercicio de aprendizaje. Amaral lo logra en forma excepcional: Agudiza la luz y la sombra; la proporción y la relación de las formas entre sí y el espacio recortado en el fondo. Quizá es lo que más lo acerca al Taller Torres. Objetos simples, de uso cotidiano se vuelven un mundo complejo de relaciones e infinitas combinaciones. Naturalezas muertas que por lo general relacionamos con la mesa, con los interiores domésticos, con los actos primordiales de comer y vivir. Una silla, un atril, pueden llenar el espacio de una obra, si se sabe dar el tono justo, la posición única.
TRASCENDENCIA
Cuando alguien llega al Taller de Amaral en la calle Ventura Alegre de Maldonado, no escapa al comentario de que pintas igual a tu padre (Wilson Amaral). Y Fernando dice: “Ojalá pintara como él!” con orgullo y admiración por ese hombre famoso y sencillo, que tuvo a su lado, en esa misma calle, donde hoy vive con su familia. Fernando pinta de mañana muy temprano y al atardecer. Allí da clases. También lo hace en San Carlos desde hace años. Vende sus obras en Galerías de Montevideo. Y se van esos paisajes, objetos y naturalezas muertas con mucha rapidez a regalar belleza por el mundo. Es que la exquisitez, la paz que transmite su obra, encanta y enamora. Abre ventanas al alma, y te deja caminando por senderos frescos, llenos de musicalidad y color. Como la vida, pienso, sin duda.