[blockquote] Un camino lleno de color y luminosidad.[/blockquote]
Fortunato Amorín es un hombre que conozco desde niña, ya que compartíamos una zona de la planta urbana de Maldonado. Especialmente donde residieron y viven artistas como Ángel Tejera (pintor), Edison Quintana (músico); por donde pasaba siempre desde Pinares al Centro, Manolo Lima; donde tuvo su hogar Wilson Amaral y ahora está Fernando, su hijo. Barrio o zona donde muchos años después Mercedes Salazar instalaría su atelier. Sentados al cordón de la vereda (la cita de la canción no es en vano), los más chicos nos divertíamos viendo al bailarín, que patinaba en las recientemente
inauguradas calles de bitumen, Alfredo “Negro” Correa, acompañado por otras y otros patinadores, en una ciudad sin motos y con pocos autos. En esas tardecitas de espectáculos gratuitos, yo veía pasar a un señor muy serio, vestido elegantemente: era Fortunato Amorín.
INICIOS
Nació en Castillos, en 1933. Como todo niño pintaba. Pero a él le gustaba en forma especial hacerlo. De joven trabajó en una imprenta donde perdió su brazo derecho, cuando tenía 17 años. “Estuve un año dibujando y escribiendo con la izquierda para adaptarme a lo nuevo que me deparaba esta circunstancia.”
Cursó el liceo nocturno y antes del accidente pensaba comprarse una guitarra, ya que la música clásica le apasionaba y sigue con ese gusto especial. Entonces, su camino quedó determinado, se dedica a la pintura enteramente. Estudia en la Escuela de Bellas Artes, en Montevideo. Su primer profesor fue Miguel Angel Pareja. Fue el Maestro que lo entendió y que guió sus primeros pasos por las telas y el óleo.
TRAYECTORIA
En 1953 este grupo de Bellas Artes, se reúnen cerca de una cantera en los alrededores de Las Piedras (Canelones), allí vivía Pareja. Iban todos los domingos en tren, a pintar. Fundaron La Cantera, grupo juvenil, con aire renovador de la pintura uruguaya. Por supuesto que Fortunato Amorín estuvo en el grupo fundacional, junto a Glauco Téliz, Luis Díaz, Nelson Ramos, Raúl Cattelani, Silvestre Peciar. Luego se unirían otros: Octavio Podestá, Ethel Estades, Ángel Damián.
Recibían siempre la visita del inquieto hombre de Piriápolis, José Luis Invernizzi. Realizaron muestras individuales y colectivas. Al cumplir 50 años de la creación del Grupo La Cantera, se
reunieron en el 2005, los que aún permanecían por estos lugares. Amorín estuvo con ellos. El Grupo aún existe y hace su trabajo, como cantera que es. En Montevideo se reunían en un sótano en la calle Gonzalo Ramírez y allí seguían pintando. Invernizzi les organizó una exposición en Piriápolis. Les consigue hotel para que se alojen mientras dure la muestra. El Grupo homenajea a la ciudad con su obra y su presencia.
En 1955, Amorín se instala en Maldonado, ya que su abuelo, que era farero de la Isla de Lobos, fallece y le deja su casa de 18 de Julio y Lavalleja.
“Fue una suerte, parece como si todo en la vida estuviera destinado, programado para suceder.” —me cuenta. “Me hice de muchos amigos, entre ellos del Dr. Elbio Rivero, quien me apoyó para que concursara para entrar al casino. Así trabajé hasta jubilarme en el San Rafael. Pero nunca dejé la pintura.”
Expuso en Montevideo, en Rocha, en San José y en Maldonado. Pero este es un artista muy especial, le interesa vender su obra sólo a aquel que entiende de arte. Espera que las nuevas generaciones cuando vean su obra, opinen objetivamente sobre lo que él pintó.
PROYECCION
Sus trabajos son sobre todo naturalezas muertas o bodegones y retratos. El color de sus cuadros es vibrante, llenos de vitalidad. Muestran a un hombre con un espíritu cálido y profundo. Son de una maestría excepcional. Los retratos de Amorín no son de un realismo fotográfico o de un parecido impresionista. Son representativos del carácter y las cualidades que las personas retratadas tienen. Son atemporales. Es posible descubrir en ellos una amplia gama de sutiles emociones. En las naturalezas muertas, los objetos pintados son flores, frutas, canastos, algún utensilio, en un espacio limitado. La luz que poseen da bienestar a quien los observa; entrega de armonía del color y la forma; el espectáculo final está lleno de paz.
DOCENCIA
Ayudó a los niños de la Escuela No. 27 del Barrio INVE, de Maldonado, durante años. Trabajaba una vez a la semana con 6to. Año “Fue un tiempo muy feliz.” —me dice.
Imagino lo que habrá sido para estos niños que pudieron disfrutar de la experiencia y de las normas del dibujo y la plástica que este artista tan generoso les brindó. Me alejo de la calle Edye donde vive, con pena. No quiero molestarlo más. Ha resultado encantador hablar con un artista plástico con tanta cultura y que mantiene en su casa un tesoro inmenso: sus pinturas que valorarán las nuevas generaciones y descubrirán a un Maestro de la vida y del arte.