[blockquote]Las sucesivas identidades del artista.[/blockquote]
Pienso que en la vida uno va cumpliendo ciclos. Estos son cada vez más elevados si nos preocupamos por superarnos y dar todo lo que nuestro interior encierra. Tal es el caso de Héctor López Muniz, un artista uruguayo que ha regresado al país con un bagaje inconmensurable de obras. Como él mismo dice ha vuelto a sus raíces, cargando en su maleta una formación académica para regalarnos sus obras plásticas. Viene de Europa donde ha recogido en mucho de sus países una experiencia, madurez y formación académica rigurosa, de gran dimensión.
Nació en Aiguá y estudió en Maldonado. Luego decidió buscar otros horizontes. Cuando tenía 15 años se puso a modelar en barras de jabón. Tal era su pasión por esta actividad. Lo que fue en un principio como un juego siguió en estudios formales en Argentina donde vivió desde 1979 a 1982. Sus primeros pasos fueron en la Escuela Nacional de Bellas Artes “Manuel Belgrano” en Buenos Aires.
Luego vendría Paris en la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de la Ville de France. Al partir de Francia, ingresa a la Universidad de Bellas Artes, en el departamento de escultura en Barcelona, en Catalunia. Ingresa luego al Círculo Artístico “Sant Lluc” catalán. Lugar donde estuvieron grandes artistas como Picasso, Dalí y Joan Miró, por citar algunos de los más conocidos.
TRAYECTORIA
Lo más sorprendente de este artista multifacético (dibuja, pinta, esculpe) se vincula a la manera en que se apropia del imaginario de nuestros antepasados y del presente, misturándolos en esa contradicción constante que es su obra, sin que por ello deje de lado su valor estético y/o artístico.
“Existe una gran identidad fundamental en todas las manifestaciones artísticas. El arte se aplica a todo. Echamos mano de él para atender nuestras medidas de previsión o para procurarnos de un solaz, para magnificar todo lo que nos conviene y todo lo que deseamos propiciarnos, y para deprimir o aniquilar todo lo que nos es adverso o creemos que pueda serlo, para atacar, para relacionarnos con lo que nos rodea, para observarnos nosotros mismos; en fin, para todo” (Pedro Figari).
Es así que vemos en sus retratos lo que podrían ser nuestros abuelos, sin rostro algunos, bien definidos otros. Alguien puede pensar en rostros renacentistas, con una visible muestra de ironía. Son provocadores o agresivamente audaces, tanto en lo que respeta a la temática como a la intención. Podemos sentirnos libres frente a su obra, aniquilados ante una expresión surrealista de mujeres que lucen sombreros nidos o aliens o jóvenes que quedan pegados a sus propias ropas en esa desesperación de escapar… Esta corriente surrealista, la de la capacidad de convocar todo un universo a partir de los fragmentos de su propio ser y de las persistencias de su propia cultura, hace de López Muniz un artista singular en nuestro medio. Sus obras son sus reacciones frente a la vida. Nos muestra sucesivas identidades que aún tiene mucho para sorprendernos, tanto en el dibujo como en la escultura. En el Círculo Artístico “Sant Lluc” pudo ejercitar el dibujo en el desnudo, ya que allí están los modelos de pose fija. Por tanto puede tomar apuntes para luego llevarlo a la obra final, desde el lugar que quiera o desde varios puntos donde la posición dará un resultado diferente. Es así como destacan los papeles dibujados donde el modelo está sentado sobre un lienzo blanco que destaca el color de la piel y la postura elegida. Emplea en estos casos el lápiz y el pastel dando una tonalidad acabada, firme y expresiva a la vez. Usa indistintamente lápiz, pastel, lápiz color, tinta. En cuanto a su escultura, que pudimos apreciar en la Liga de Fomento de Punta del Este, es de una expresividad rotunda. La piedra arenisca, el cemento, los metales, chapas, hierro y color adquieren con el preciosismo de su toque de cincel, un vuelo, una belleza propia de un Ariel. Así lo que haya esculpido sea una rata, uno puede encontrar la belleza de la forma, o en la patinadora los colores que imprimen el toque que Miró daba a sus obras. Uno de los avances más significativos en la escultura de este artista es trabajar el metal, en especial el hierro, donde se puede valorar el vacío, los juegos de luz o el volumen negativo tanto como la chapa empleada y la forma obtenida. También emplea la piedra, material fácil de encontrar, usado desde muy antiguo. López Muniz emplea la piedra caliza para sugerir cuerpos en diferentes posturas. Le da ritmo al espacio en una interpretación personal pocas veces vista en Uruguay.
PROYECCION
Sus obras han quedado por el mundo. En unos años que estuvo en Casa de la Cultura (en una de sus llegadas hasta este su país) trabajó en piedra arenisca. La obra en cuanto la terminó fue comprada para un edificio de Punta del Este. Lo importante es que hoy ha regresado y muestra su creatividad para que se le valore en la dimensión que realmente ha adquirido e integre así el ámbito selecto y prometedor que un artista como él merece.