[blockquote]Un pintor espontáneo y directo.[/blockquote]

Un grato placer te llena el alma, cuando te encuentras frente con un niño, que pobló tu casa y tus lugares, y que hoy te abre la puerta de su hogar, hombre ya, con sus dos hijas. Fue una charla mañanera, en un domingo de estos de diciembre que se nos escapan como segundos en la vida.

Lo que Héctor Perlas recuerda como algo fundamental en su vida, eran los días que pasaba en la casa de su abuelo, en Nueva Carrara. Lo impresionaba la cantera como paisaje majestuoso (y más para un niño), el paisaje humano: los paisanos de su abuelo, cuando salían del trabajo, pasaban por allí. Charlaban, fumaban y esos encuentros marcaron imágenes que después recuperará para su obra. “Yo me fijaba en sus rostros, los colores, los gestos, las manos, cómo el humo iba describiendo formas, a la vez que ocultaba parte de sus rostros; todo lo he guardado en mi memoria.” — me dice como explicación de parte de sus trabajos que estamos observando. En plena adolescencia visita Paris. En 1982. Descubre el Louvre, el Jeu de Pomme, sin la noción clara de lo que luego haría, absorbe las imágenes, las obras más emblemáticas están a su disposición. A sus catorce años, los impactos fueron profundos, marcarían la decisión, en unos años, de dedicarse a pintar. Igual recuerda cuáles le impresionaron más: un retrato de Rafael (Baltasar de Castiglioni); y el de Delacroix: “La Libertad guiando al pueblo”. Dos años después del regreso, encontró unas témperas abandonadas y comienza a plasmar en papeles y cartones lo que tenía dentro suyo, muy guardado.

Estudia con Gustavo Alamón mientras hace la Facultad de Agronomía en la Universidad de la República. Luego su maestro será Raúl Rial.

PROYECCION

Ya en el 2002 viaja a España y se instala con su familia, en la costa mediterránea. Los paisajes y marinas serán su tema.“La frescura, la vitalidad de los impresionistas, se apodera de mi”. Visita museos, la casa de Dalí. El paisaje de Cadaqués, el Port de la Selva, Collioure, todo se mezcla con el azul mediterráneo, y las marinas adquieren esos tonos tan especiales que él les da.

TRASCENDENCIA

Hasta fines del siglo XIX la pintura reproducía un escenario en el que ocurría un acontecimiento que conformaba el mensaje para el espectador. Los impresionistas quieren que la obra reproduzca la luz y el color real que emana de la naturaleza. Y eso es lo que hace Héctor Perlas: sus marinas, sus montañas, sus bosques, no son la representación exacta de sus formas, se ven colores que conforman cosas, con más o menos intensidad de luz. Elimina los detalles minuciosos y tan sólo sugiere las formas. Pinceladas cortas y yuxtapuestas. Más adelante vendrá una etapa de mirar hacia su infancia, y los collages se multiplican: la figura humana adquiere la dimensión de dejarse ver a través del humo, que oculta y descubre al mismo tiempo: hombres cansados que se alejan, rostros rojizos que sonríen, otros que no dejan ver su mirada… todos envueltos en el tiempo y en ese humo que distrae, que formó parte de las costumbres de todas las épocas….

Ahora ha desarrollado la vida del circo. Desde que recuerda una obra de Goya en donde los hombres hacen malabares con botellas, se ha decidido a ilustrar lo que siente hacia el circo. Son sus obras más recientes: payasos, elefantes, tigres, enanos, gradas, trapecistas, carpas circenses.

[blockquote] Y pasa la troupe como si ajenos, desentendidos, tristes contempladores fuésemos nosotros.[/blockquote]

Nunca sabremos si los hombres que pinta Perlas, en estos casos, ríen o lloran, saltan o pelean, hablan o gritan… pero ese es el encanto. Está en cada uno de nosotros interpretar el misterio. Héctor Perlas ha ganado primeros premios, su obra ha sido seleccionada en salones departamentales, sus pinturas se exponen en USA., en Francia, en España. Y por supuesto en Uruguay: tanto en Montevideo, como en Punta del Este, en La Barra. También en su taller de San Carlos. Este es un artista que promete y a un hombre cuyo espíritu se ha llenado de arte.