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Ricardo Pascale

· septiembre 27, 2016 · Arte , Escultura ·

[blockquote]El hombre que anda por la vida  recogiendo maderas.[/blockquote]

Me reencuentro después de muchos años, con Pascale en un tribunal, donde fuimos invitados por las autoridades de la Junta Departamental de Maldonado para dar nuestra opinión acerca de un concurso de esculturas que aludían al Bicentenario. Así me entero que está radicado en nuestro departamento desde hace tiempo. Admiro su obra desde los años noventa en que comenzó a trabajar la madera y hoy es un destacado artista plástico reconocido a nivel mundial.

Pascale es contador y escultor. En las dos profesiones ha alcanzado cargos encumbrados y de mucha responsabilidad.
Es nieto de un italiano que llegó a Montevideo a fines del siglo XIX, de ocupación hormero. Su padre fue un sastre y su madre chalequera. Por tanto, el arte y la artesanía llegarían prontamente a la vida del escultor. La primera persona que vislumbró en Ricardo Pascale su talento para el arte, fue su madre al verle durante horas entretenido con sus dibujos. Así que comenzó a tomar clases de dibujo con Elsa Carafi, Bell Clavelli, María Mercedes Antelo, entre otras profesionales. Se suceden así el uso de lápices, grafitos, crayolas, acuarelas, collages hasta llegar al óleo.Estudia en Escuelas, Liceos públicos y luego culminaría en la Universidad de la República. Tiene post grados hechos en otros países del primer mundo.
Siguiendo los pasos de su carrera artística, llega al Taller de Nelson Ramos, quien de alguna manera lo impulsará hacia la escultura y en especial el tratamiento de la madera. Siempre practicó el dibujo, la pintura, escuchó música, aún en los momentos de más apremio en sus estudios universitarios. Confiesa: “Sólo acompañado por alguna ópera de Verdi”. Pero su destino como artista lo definió en forma estricta, su abuelo cuando le regaló sus herramientas de hormero. Estos instrumentos de un oficio que hoy no existe, le dieron la destreza para transformar la madera dura (curupay, lapacho, quebracho…) en obras que sin darle color desde afuera, él sabe descubrir en ellas los tonos de la secreta belleza que posee la materia que toma entre sus manos.

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TRAYECTORIA

Ocupando el cargo de Director del Banco Central del Uruguay, al salir de la dictadura, instituyó el Premio FIGARI: a la trayectoria artística, que se mantiene hasta nuestros días para regocijo de tantos y tantos artistas plásticos uruguayos que han sido tocados con la vara mágica de este premio y que les ha dado una valoración que merecen. Me cuenta Pascale: “Un día al pasar por una curtiembre vi unas maderas tiradas, algunas con herrumbres, manchas blancuzcas, verdosas. El dueño de la curtiembre me advirtió que no servían para nada… Llevá todas las que quieras.”

Con el asesoramiento de Ramos que lo guiaba hacia lo espacial, hizo una caja con interior de madera. “Después empiezo con una sierra a cortar y cortar, a dibujar en ella, pero siempre dejando su color y estado natural.” “En octubre del 95 hice una rueda.”

El destino de esa obra era una exposición a la que lo habían invitado en Buenos Aires. Proyectó sus trabajos en croquis e incluso pensando en los tonos que había descubierto en cada tramo de la madera y en su textura. Si bien sabe mucho de números, es catedrático grado 5 en la Universidad de la República, pienso que debe tener muchos problemas con el equilibrio en sus piezas, ya que en general, son de gran tamaño. Me responde:
“En mis obras hay tres elementos importantes: la parte estructural, el aspecto formal y la parte material, el uso exacto del material.”

PROYECCION

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Venecia. La Bienal de 1999 mostró sus obras al mundo. El Pabellón de Uruguay, mostró piezas extraordinarias que lo expusieron como un escultor distinto, originalísimo. Allí lo descubrió el periodista y crítico norteamericano, John Updike, quien escribió en The New Yorker acerca de nuestro artista.
Después siguieron otros reconocimientos internacionales en universidades, museos, galerías. Sus obras se exhiben entre muchos lugares en el foyer de la biblioteca de Alejandría (Egipto), en Milán (Italia), en Bonn (Alemania); en los jardines de Sans Souci, (Francia), en el edificio de la ONU en Nueva York. En Uruguay, después de la exposición en el 2008 en el Museo Nacional de Artes Visuales, ya nadie duda de la expansión de un lenguaje inesperado y único. Del enorme cesto de varillas que al elevarse determinan un cono, a la urdimbre de agujas de madera o torre impactante. Un montón de leños, viejos y rugosos, que se levantan del piso, para mostrar la hermosura entrañable de sus nudos y matices desde el amarillo al castaño, el gris y el rojo. Un tubo de varillas unidas que diagraman un garabato, un arco que queda suspendido en el espacio… En estos días he visto en una Galería de Manantiales cómo los visitantes muestran un gozo especial al contemplar su obra.
Desde épocas remotas la escultura en madera es un arte que llevó al hombre primitivo a descubrir la rueda al ver rodar un tronco, entre muchas cosas importantes para mejorar su vida. Hoy mejora nuestro espíritu saber que artistas como Ricardo Pascale, un innovador, un creador, nos representa en cualquier parte del planeta.