[blockquote]El acuerdo del paisaje con la abstracción[/blockquote]
Hacer esta nota es más que un placer, no sólo por lo que siento frente a una obra de arte, sino porque conozco a Andrés de toda su vida. Certezas de ser de Maldonado.
Andrés y sus hermanos jugaban con mis hijos, y hoy trabajan juntos cada uno en su profesión. Andrés todo lo hace con un sentido perfeccionista y en la búsqueda de lo estético que sólo se da en algunas personas. El hecho de enmarcar obras y saber cómo hacerlo para que se destaque ya es un arte.
De niños construían ciudades con trozos de madera, debajo de una gran higuera que existía en el lugar donde hoy está la Galería Alvira, sitio en el que vivieron. Cada uno de los niños que jugaba agregaba día a día una creación: autitos, las calles, los árboles, los edificios. Sin duda las vocaciones ya se habían despertado.
INICIOS
“Si pienso cuando empecé a pintar llego a mi clase de jardinera en la Escuela N°2. Mi Maestra Mirna Palacios, me daba, nos daba colores, crayones, hojas y yo pintaba. Los días de lluvia en que íbamos pocos niños, me los pasaba pintando; y a veces, en lugar de salir al recreo seguía con mis dibujos. Lo mismo hacía en casa, cuando la lluvia no nos permitía salir, dibujaba todo el día.” —cuenta Andrés
En 1986 ingresa a la Escuela de Artes Plásticas y Visuales de Maldonado. Tiene como profesores a Daniel Castro y a Carlos Tonelli. Las clases eran diarias y de muchas horas.
En 1995 realiza su primer viaje que lo llevará a saciar su sed interior: Nueva York, Madrid, Paris. Los Museos de esas ciudades lo apresarán y él traerá su maleta llena de colores, trazos, inquietudes que bailarán en su mente hasta plasmarlas en telas propias. Desde 1996 a 1999 y luego en el 2001 viaja a EEUU. Como invitado a la Artexpo de Nueva York. Es una feria de arte muy importante, internacional, donde conoce a decenas de artistas plásticos del mundo, con los que mantiene correspondencia.
“Cuando terminé en la Escuela Municipal, estuve años, buscándome, tratando de expresar lo que tenía en mis imágenes interiores. Me llevó realmente mucho tiempo.”
Por tanto no mostró, no llevó a exposiciones sus obras hasta que no sintiera que lo que hacía reflejaba realmente, era lo que quería comunicar.
PROYECCION
Recorrer su galería con las obras expuestas me da la trayectoria que Andrés ha cumplido: los paisajes, nacidos de la mirada ávida e inteligente del artista que encierra en los espacios vacíos de la tela una reconstrucción que proyecta una porción del mundo que habitamos, en pinceladas cada vez más sueltas, con reflejos de color muy bien logrados, que termina por crear cuadros casi abstractos ante los que un espectador ve una imagen real frente a él.
El juego óptico que logra Alvira, (típicamente posmoderno) es una reflexión sobre lo que es cierto (el paisaje que observa) y lo que es un reflejo dentro de él. Sus obras me recuerdan la Sinfonía Pastoral de Beethoven. La siento en mí, mientras miro su trabajo.
TRASCENDENCIA
“El oficio de enmarcar obras que le traen de todas partes le da también una visión de la historia del Arte a través de los siglos” —me dice.
En una de las visitas a Nueva York pudo disfrutar en el MOMA (Museo de Arte Moderno de N.Y.) de una muestra de Ver Meer. Imaginamos lo extasiado que puede haber estado, pero no sólo quedó ahí, también “pudo” observar el color de las paredes y me confía:
“Es el mismo que he puesto en la Galería, este verde tenue que resalta toda obra.”
También sus paisajes con nubes me recuerdan obras de Turner, ya que me coloca en el umbral de esas infinidades carentes de forma y con los colores que sabemos se dan de continuo en la naturaleza. El artista se preparó para una Exposición individual en el Museo Mazzoni, donde vimos su obra. Sus paisajes, nos adentramos en ellos para habitarlos, hacerlos nuestros. El hechizo de estos lugares nos da varias caras de la naturaleza: manifestación de silencios, murmullos pictóricos que nos llenan de paz.
Del paisaje Andrés escudriña la abstracción: con audacia y conocimiento diluye el paisaje para proyectarlo hacia una propuesta personal, de cierto modo novedosa.
Alvira ha vendido su obra para EEUU., Francia, España, Alemania, Brasil y Argentina. Además de los uruguayos que encantados con sus trabajos se llevan sus cuadros. Ha expuesto en el Museo Mazzoni, en “60 aniversario de ISUSA”, en Montevideo, donde su obra es seleccionada. En el Cuartel de Dragones de Maldonado. Tiene obras en Galería Alvira, en Galería Los Caracoles de José Ignacio. Tímidamente se asoma, para que lo conozcamos. Ganó el Primer Premio del Salón Departamental que realizara la Junta Departamental precisamente. Ahora prepara un viaje a Europa. Irá a Madrid, Paris, Berlín, Praga. Traerá en su maleta nuevos proyectos que harán maravilla en sus obras. Lo esperamos con gran expectativa.
Arte de de Maldonado en Galería Alvira:
28 artistas con innovadoras propuestas.
Ir a una exposición de Artes Plásticas siempre me llena de entusiasmo, pero caminar entre tantas obras de magnífica expresión me habla de valores que la gente de Maldonado, en especial, mantiene desde sus raíces. Andrés Alvira es un artista plástico al que ya hemos mencionado, un pintor que marca un punto de inflexión en el abordaje del paisaje. Pero encontrar en la actualidad a alguien que recurra a otros iguales y permita que sus obras sean apreciadas por la gente del lugar y los turistas, en un espacio incluyente, habla de generosidad y desprendimiento que justifica esta mención.
HISTORIA
“Esto de la Galería, en realidad, —dice Andrés— comenzó por accidente: era un garaje en la calle Ituzaingó.”
Lugar donde los hermanos Alvira tenían una vidriería y una marquería en sus inicios. El contacto con artistas que comenzaron a llevar sus obras a enmarcar dio ideas para exponer lo que tanta gente crea y donde no les es fácil tener espacio para que los conozcan. El comienzo fue un simple relacionamiento entre el artista y alguien que se interesaba por sus trabajos. Cuando se instalan en la calle Dodera, lugar especial de la familia, se hace posible brindar un espacio luminoso, adecuado como el que visitamos. En ese lugar de Dodera estuvo la casa de la abuela materna de los Alvira; una casona de la que hoy quedan algunas viejas paredes remozadas, con un gran patio. Patio en el que crecieron muchos niños. Construían ciudades con maderas y eran largas las horas de entretenimiento y fraternidad.
28 ARTISTAS
Hoy son empresas dedicadas a la construcción, donde Andrés tiene su atelier y el espacio que brinda con espontaneidad. Donde valora lo plástico, es decir, el color, el plano, la línea: productos directos del lenguaje de la pintura, de la pincelada, de la materia, de la textura.
La primera Muestra fue de Evans Fodrini, -quien también expone en ésta- y donde asombra su cambio y madurez, que destaca en una pared clara, transmitiendo luz y color que hasta ahora no le había descubierto. Si bien hubo muchas exposiciones, Andrés Alvira quiso comenzar honrando a los grandes Maestros de la pintura que habían llegado a Maldonado y crearon escuela. Es así que reunió a Manolo Lima, a Edgardo Ribeiro, a Wilson Amaral. Luego serían Carlos Tonelli, Miguel Bategazzore y Ferreyra Santos. Podemos disfrutar de un paisaje que demanda una aproximación y un alejamiento para observar sus tonalidades en la obra de Fernando Amaral o en la de José Trujillo, que con lilas y verdes nos invita a un patio lleno de luz y juegos de sombras sutiles. Si continuamos con los paisajistas debemos decir que es también un descubrimiento Alejandro Villalba, Blanca Minelli, Margarita Varenchak, Marta Mora, Sylvia Laglere y Ariel Alvarez, este último presenta una tela con colores fuertes y puros que nos dan idea de una osadía que se destacará prontamente. Descubrimos una marina de Alfonso Scaldaferro que impacta. Destacamos lo que Andrés Alvira ha logrado con sus paisajes en distintas expresiones, un diseño singular y específico, reconociendo su sensibilidad hacia el entorno que lo inspira. Una tela trabajada constructivamente pero con remembranzas incaicas, como la que presenta Nicole Vanderhoeght. Asume en esta obra las contradicciones de la modernidad, proponiendo un sincretismo entre lo indígena y lo moderno. Mónica Barro impacta con su escultura en hierro y vidrio: el reciclado de botellas y frascos incorporados con maestría al arte. En lo abstracto destacan Graciela Marrero, Diego Bertorelli y Adriana Infantozzi, con distintas técnicas. Esta última en un collage de hojas de revistas que han sido pintadas de un gris que deja leer su contenido. Fotos y noticias que refieren a la zona puntaesteña y por encima una escalera naranja para “llegar al cielo”. Dentro de la Escuela torregarciana están Ricardo Pickenhayn y Washington Febles, en forma especial. Trabajadores en el arte de construir paisajes o abstracciones respetando las medidas áureas. El árbol que Gabriel Lema nos presenta, con su técnica mixta tan característica, nos invita a trepar y elevarse con él para ver algo más allá. Federico Sequeira va por sus caminos en la búsqueda de un estilo que le es propio y que nos propone un cierto juego entre rostros y escaleras en un collage lleno de color. Celsa Burgueño, extraordinaria con sus caballos que piden escapar de la tela o el papel. Sus trazos precisos, en carbonilla, tinta u óleo dan una dimensión de movimiento constante. Su obra tiene una seducción plástica especial. Naturaleza muerta es la que presenta Héctor Perlas, en tonos verdes y rojizos, botellas que parecen disputarse la elegancia entre ellas. Cristina Infantozzi nos muestra en un calidoscopio un montón de sillas perfectamente delineadas, en un manojo muy bien organizado. Los desnudos nos aportan un mundo diferente, transitando por denominaciones estéticas y sin caer en el peligro de la comparación el cuerpo humano es de una perfección que siempre nos asombra. Tanto Daniel Cardoso, como Gladys Hutton, que fue toda una revelación en la Muestra junto a la que ya destacamos de Evans Fodrini, nos dan la pauta del crecimiento que tienen los artistas a medida que sus obras se perfecccionan. Nos introducimos en la parte más indescifrable del quehacer creativo. El gesto pictórico de Virginia Jones, parece hecho para sentir: el color, los trazos nos llevan al enigma del ser. Los retratos de Dina Vicente nos inducen a despejar o acentuar el misterio de su interioridad. Las imágenes, semejan momentos intrascendentes que rescata la artista y los posiciona como protagonistas: ¿un beso?, ¿simplemente dos personas? ¿un rostro?. Cada quien resolverá el enigma al observarlos. Mercedes Salazar nos emociona cada vez que tenemos frente una de sus obras. Tienen musicalidad. Avanza en su experiencia sobre el color. Su pintura de extremo virtuosismo cromático, explora los difíciles contrastes del color vivo, cuando los grises o lilas actúan de puente estético entre las tintas que usa en sus músicos, o en personajes que atraen. Un goce para cada espectador. Que estos ejemplos sirvan para mostrar la riqueza cultural que tenemos en este departamento sobre todo, pero no es en la única, en el arte plástico.